Como un maestro

¿ Qué saben de la vida los que no han sufrido?

Es la pregunta que siempre hacía un tio mio que era medio filósofo pero que nunca estudio, un hombre humilde que atravezó la vida solo con la amistad de los libros y el deseo de aprender, buscando más allá del horizonte. En su momento no comprendí la profundidad de su reflexión tal vez porque yo era muy joven y de la vida no conocía nada, solo existía a travez de las vivencias de otros, mi trayectoria no estaba forjada.

Las experiencias, cuando llegan, suelen golpear fuerte como ese maestro tan temido que utiliza el maltrato para hacerse comprender de sus alumnos. Las experiencias te llevan a un ring de boxeo en el que solo el màs fuerte saldrá vencedor.

No es necesario sufrir para aprender, no tendría que ser una obligación pero eso la vida no siempre lo entiende, o no le da la gana de entender. No buscamos los golpes, intentamos esquivarlos como lógica reacción humana pero en ocaciones el dolor se convierte en nuestro único aliado.

Quizás en el sufrimiento se aprende, se descubre, nace la fortaleza y se endosa la experiencia porque toda esta mezcla es imposible de hayar en un camino sin piedras. Es tal vez el sufrimiento el mejor profesor por mucho que nos destruya y si no logra acabar con nosotros nos impulsa hacía arriba, ofreciéndonos una fortaleza inmaculada.

El no sufrir no enriquece y hace que el ser humano se mantenga en su zona de confort sin conocer, incluso, sus propias capacidades aunque sería mejor aprender sin sufrir.

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Como una obligación…

Todo se vuelve obligación actualmente:

Obligación de contar los años durante los cuales podemos disfrutar de la vida a plenitud

Obligación de poner limites a nuestras metas e ilusiones

Obligación de amar mientras se es joven puesto que durante la madurez, supuestamente, ya no es lo mismo

Obligación de viajar hasta una cierta edad

Obligación de pensar en la muerte y en todo aquello que nos conduce a los miedos

Obligación de preparar el final

Obligación de pensar que todo lo que nos espera es la enfermad y nada de positivo

Obligación de reir poco ya que nada nos incita a tal acción…

Obligación…obligación…una de las grandes dictaduras impuestas por unos cuantos destinado a beneficios propios.

Obligaciones que llevan a los seres humanos a la tristeza, a la depresión..a lo peor

Cambiemos, por favor…

Obligación de reir, de viajar, de amar, de cerrar el calendario para no ver el tiempo que pasa,

de darle calidad a cada minuto de vida, de pensar en el momento presente al máximo…

Obligación de vivir….

Sin salida

Vidas difíciles o vidas duras, nunca se logra poner una etiqueta a esas vidas que no encuentran respiro ante la adversidad y que luchan constantemente contra los molinos de viento que se levantan en un camino que, ademas, es tapizado de espinas.

Vidas que agotan las fuerzas en un intentar estéril puesto que son pocos los logros que se llegan a cosechar lo cual » asesina» cada vez, en el repetido afán, las ganas de seguir luchando.

Vidas que reciben golpetazos del destino como único derecho tangible. Vidas que se aferran a la esperanza y a ese seguir intentandolo con la ilusión del triunfo pero que, solo reciben el fracaso por respuesta.

Vidas que con el pasar del tiempo comprueban que se han quedado sin energia ante el deseo de vivir y que lo seguro ha sido el sufrimiento, aún asi se levantan con el alma adolorida para comenzar nuevamente pensando que, tal vez, está vez sea la ocación ideal pero….no

Esas vidas son heroicas y permanecen, por lo general, en el silencio. Un cruel anonimato que no merecen porque su batalla se hace todos los dias y durante años.

Vidas que terminan en un túnel que nunca tuvo salida y que merecen todos los honores.

El optimismo bajo sensura

Sur de Francia:

La noche es fría y el ambiente tan aburrido como de costumbre. Las ventanas de las casas se van cerrando, irremediablemente, a eso de las siete de la tarde. La mortandad gana terreno, la tristeza se puede » sentir» en el ambiente. No se escucha nada en la calle.

El cotidiano en Francia suele ser triste, desprovisto de esa » chispa» que hace que la vida sea agradablemente optimista. No todos son iguales pero por lo general el francés muestra la amargura que ha endosado como una segunda piel, camina con los hombros caídos y el rostro triste sin la menor expresión de alegría.

Los jovenes se sienten viejos antes de tiempo mientras que, los ancianos, esperan esa muerte de la que tanto hablaban en sus años mozos. En realidad, un francés se queja constantemente y es lo que mejor sabe hacer: nace y muere pero entre un estado y el otro no vive.

Francia, el país al que se llega optimista y pronto se piensa, únicamente, en lo negativo por puro mimetismo. La alegría natural es cortada de raíz, en Francia es un sacrilegio.

Una conversación banal toma siempre un derrotero espinoso: las enfermedades, el tiempo que pasa y la muerte. Un francés cuenta el proceso de una enfermedad de un familiar, de un amigo o, del amigo de ese amigo, con detalles precisos. Se regocija al abordar el tema del fin de una vida; tema que sale a relucir muchas veces sin ningún motivo pero llega…y se queda. Cumplir años para muchos es un símbolo de que se acerca la vejez y la muerte, un año más acerca la enfermedad y, por consiguiente, el final.

Para muchos franceses un: » ¡ ay»! , es el cimiento del cotidiano. La queja eterna que se intensifica al ritmo de ese andar que arrastra los pies. La queja de esa persona ciertamente joven pero que, ya habla de que tendrá que usar un bastón porque » ese es el detino» de todo ser humano, se sale » vacio» de un momento de conversación con un francés.

Cuando alguien rompe barreras y lanza una carcajada en la calle el amargado que camina cerca gira la cabeza intentando comprender qué ocurre, es extraño un estallido de alegría en medio de un perpetuo velatorio.

Bendito sean esos franceses que se han convertido en » ovejas negras» dentro de su propio país, esos que escalan el alto muro que separa el pesimismo del optimismo y que desean: ! vivir!. Un pequeño número que recuerda el bien que hace una sonrisa.

El optimismo se halla » prohibido» por una historia de genes. Un » bombardeo» psicológico que cumple muy bien con su cometido: hacer de Francia un país triste, morboso y sin esperanzas. La muerte se espera desde que se nace y la vejez se vive desde la juventud. El simple contacto con un francés suele secar el alma.

Un aplauso para esos que salen corriendo de ese camino trazado por aquellos que no saben para qué nacieron.

 

 

 

 

El tiempo

Vivimos en una especie de vorágine en la que los días se suceden con tal intensidad que a veces nos da la impresión de que hacemos las mismas cosas, nos viene la sensación de estar estancados en un mismo día ya que todo es repetitivo al extremo.

Nos  » olvidamos» del tiempo y, sin embargo, se encuentra ahí. Parece paralizado ante la rutina pero corre sin que nos demos cuenta. Corre mucho el tiempo en la actualidad, corre demasiado.

Antiguamente, en la época de nuestros abuelos, el tiempo transcurría con más calma. La sociedad se ofrecía el lujo de disfrutar de ciertos momentos repletos de calidad emocional: leían el periódico largo rato, se sentaban en la mecedora que se hallaba en el portal de la casa para hacer una buena digestión mientras miraban a lo lejos con tranquilidad. Las comidas se hacían en casa, en familia. Se paseaba sin apuros, se saludaba a los amigos, se conversaba sin prisas.

Existían graves problemas relacionados con la época, eso es cierto. Problemas los hay también ahora, cada momento su historia.

El tiempo se disfrutaba antes. Se disfrutaba, tal vez, con muy poco porque se apreciaba la calidad de lo humano: emociones, entregas, solidaridad, bondades, amistad, lealtad…los valores se encontraban en unión perfecta con el tiempo.

En el presente el tiempo no tiene gran calidad porque se ha » vendido» al consumismo, al atroz materialismo, a la maldad. Se trata de un tiempo muy moderno en el que el ser humano es un robot entregado por entero a las tareas repetitivas o a la ambición de buscar más y más dinero aunque esto último implique » entregar el alma al diablo».

Un correr hacía ningún lado en concreto, se busca un algo que no se sabe precisamente lo que puede ser. Los valores se pierden, la humanidad se ha cambiado por la indiferencia y la intolerancia. El amor se ha quedado relegado para dar paso al odio. El ser humano se autodestruye y destruye a ultranza, encontrando placer en todo esté proceso.

Nada es como en el pasado, en la » locura » masiva el tiempo se escurre con rapidez y los días, meses y años pasan sin que se pueda hacer cuerpo con ese tiempo que los forma.

El hombre tiene el progreso en sus manos pero no tiene los detalles, la esencia, de la vida porque derrocha el tiempo en lo que no tiene importancia. El tiempo pasa de prisa cuando no se hace nada por retenerlo en lo que vale realmente la pena.

 

El amor que grita en el silencio

Todo hace ver que el amor que tiene méritos es ese que se vive a dos, el que se va tejiendo con los días, el que se alimenta de la presencia constante. Un amor ideal para el que tiene la suerte de vivirlo porque el destino se lo ofrecio como sublime regalo.

Existe, sin embargo, ese otro amor que se mueve entre sombras y silencios. El amor que una vez se marchó y un día volvio sin anunciarse, arremetiendo contra todo lo que encontró a su paso y modificando, de golpe, lo ya construido.

El amor del pasado y tal vez prohibido, o no, en el presente. El amor que sacude, el que hace que un alma reviva gracias a la pasión. Ese amor que por motivos tiene que quedar en el silencio no es menos que el que puede ser gritado al viento.

El que vive amando sín poder expresarlo que no sienta pena, que no piense que es una especie de » anormal» puesto que, en  realidad, es todo lo contrario: aquél que ama en silencio lo hace con más intensidad, quizás, que muchos de los que muestran su amor.

El que calla para amar lo hace desde el sacrificio y sabe que esa es su verdad. No pide nada a cambio, no impone ninguna regla en el juego de los sentimientos, no exige nada: solo ofrece un amor inmenso a otra persona que, a lo mejor, hasta ignora su existencia.

Orgulloso tiene que estar el que siente un amor en silencio. No es fácil pero si muy bello. Hay amores que terminan al contacto del sol pero el amor que no se dice se combierte en eterno.