Lo tóxico

Se habla mucho de las personas tóxicas y de las consecuencias nefastas que acarrean a los que se encuentran cerca. Siempre han existido esas personas que cuando entran en nuestra esfera personal, aunque solo sea por unos minutos, nos dejan vacíos y con deseos de lanzarnos al abismo. Hemos llegado hasta ellos con optimismo y la cabeza repleta de proyectos pero en un abrir y cerrar de ojos el positivismo se esfumó y los proyectos nos parecen irréalizables y hasta ridículos. Lo único que deseamos hacer es meter la cabeza contra la pared, todo esto viene después de haber intercambiado una conversación con alguien tóxico y al que, por desgracia, le hemos hecho partícipe de nuestro deseo de » comernos el mundo»

Ahora se les llama gente tóxica, el modernismo nos ha llevado a ese calificativo tan exótico, antiguamente se les trataba de pesimistas crónicos, de negativos enfermizos pero el resultado ha sido el mismo en cualquier momento: el desastre completo en la persona que recepta. Más que tóxicos yo calificaría a esas personas como malvadas porque existe una cierta maldad interior para destruir las alegrías, las ganas de vivir feliz, los deseos de emprender proyectos, la risa y todo lo positivo que pueda albergar un ser en su alma. Es pura crueldad con su funcionamiento especifico.

Es terrible cuando hay alguien tóxico en la familia, ¿ cómo actuar?. Es un conflicto entre los sentimientos y ese deseo, legítimo, de salir corriendo y no mirar nunca más atrás. Una lucha se instala en el que sufre la agresión psicológica, porque en realidad es un maltrato psicológico y tal vez consciente por parte de aquel que lo pone en práctica. Lo que es tóxico es agresivo.

Conocí a Luisa, una vecina que ya no vive en mi barrio, en su caso la persona tóxica no era otra que su madre y recuerdo perfectamente los estragos visibles de la situación. Luisa en realidad era una buena hija, no se le podía acusar de lo contrario, siempre ayudando a su madre en todo momento. Luisa era una santa, pobre chica, su vida era una basura aunque pudo haber sido de otra manera.

La madre de Luisa era una mujer triste, su pasado era el presente y de ahí no salía. Traía constantemente a la actualidad los dramas familiares, hechos ocurridos a personas que ya habían muerto afirmando que se sentía traumatizada por las vivencias de sus antepasados. Su existencia no tenia razón de ser, había endosado la de sus tias, sus bisabuelos, sus padres y en fín, todos los muertos de varias generaciones. Nunca olvido que Luisa era lo contrario, muy alegre y optimista, se agotaba en su empeño de mantener ambos rasgos de su personalidad pero a menudo era una lucha absurda puesto que su tóxica madre ganaba la batalla.

Planes positivos, proyectos de viajes, deseos de cocinar un sabroso plato, el impulso de escuchar música o cualquier intento de Luisa por llevar a cabo algo era destruido en el momento por su madre. Mi vecina ya no sabía si podía seguir compartiendo con su madre lo que acontecía en su vida puesto que, cada vez que lo hacía las frases negativas y hasta los insultos para llevarla a abandonar la destabilizaban al punto que muchas veces no daba el próximo paso.

La última vez que ví a Luisa su alegría había diezmado, sus ojos no tenían luz y si mucha tristeza. Me doy cuenta que ya se contentaba de su vida austera y sombría, sin un futuro concreto, su madre la anuló por completo para mantenerla bajo su poder.

En realidad el que es tóxico no soporta que los demás sean positivos, lo comprendí viendo el caso de mi vecina. Para alguien tóxico una mente optimista actúa como la cruz ante Dracula y por eso se emplea en destruirlo. Ya sea un familiar como en el caso de Luisa, su madre, un amigo o un desconocido lo tóxico es tóxico en cualquiera de los casos y por más que duela hay que huir. Hay que pensar en esa persona que muchas veces encerramos en un armario y casi olvidamos, esa persona es tan importante como cualquiera y no es otra que: uno mismo.

Un familiar puede ser tan, o más, destructivo que alguien exterior al ámbito intimo. No hay que soportar la situación por aquello de que es un miembro de la familia, es la manera más fácil de caer en la trampa. Echar abajo los barrotes de la prisión es un trabajo arduo que deja sin aliento pero hay que hacerlo para conseguir abrazar tranquilamente a nuestra propia persona, esa que ha sufrido entre las garras de una persona tóxica.

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Tu contorno

Cuando estaba en ti sentía la seguridad que da el amor de una madre, cada día amanecía bañada por tu olor, la brisa y el sol cálido que guiaban mis pasos. Amanecía conociendo mi entorno, recorriendo cada rincón que me ofrecías desde que nací.

Tu música era la mía, las voces que me llamaban sonaban como cascabeles que hacían mi felicidad porque eran las voces de mi gente, esa gente que lanza carcajadas aún en medio de la desgracia y la desesperación, gente que abre los brazos bajo un cielo oscuro iluminado por millones de estrellas, rompiendo cadenas a pesar de todo, contra todo.

Cuando estaba en ti repartía, y recibía, abrazos apretados, esos que borran como por arte de magia cualquier tristeza existente porque vienen de un amigo del alma o de un familiar querido. Palmadas en la espalda, sonrisas más que conocidas mientras que un maravilloso olor a café recién hecho se escapaba de cualquier casa vecina.

Cuando estaba en ti andaba por mi barrio de la infancia: calles repletas de huecos, casas deterioradas y nada de riquezas material pero.. ¡por Dios, cuantos lujos brotaban de las entrañas de los que me rodeaban!, ese tipo de lujo que no se materializa jamás pero que se recibe en una especie de solidez invisible: amor, emociones, sinceridad, apoyo…llega un inevitable vacío cuando no se tiene todo esto de manera cotidiana…

Voces y rostros que nos esforzamos en mantener vigentes, es una batalla que va en aumento con el paso del tiempo porque no queremos que se esfumen en la nada. Intentamos con desesperación que el tiempo y su implacable maldad no los borre definitivamente, queremos mantener fresco el tono de una voz y los rasgos de un rostro, la tristeza es inmensa cuando no siempre se consigue.

Todo se quedó en “cuando estaba en ti”, diría mejor: “cuando estaba allá”, todo se resume en eso, en algo que ha quedado después del horizonte y que pertenece, ahora, a un grupo de dictadores que cambiaron el curso de una historia, de muchas historias puesto que, querida Cuba, tú te encuentras mucho más allá del horizonte y volverte a ver parece tan imposible que con solo pensarlo hace daño.

Tu contorno es lo último que tengo grabado en mi memoria porque forma parte de ese momento en el que todo se pierde. Cuba, sí, tu contorno sobre el mar de un azul rabioso es lo que me esperaba al final del trayecto, al dejar de estar en ti.

La vida empezaba a quedar atrás y el exilio abría sus oscuros brazos esperándome, quizás, para prodigarme sendas bofetadas que no tendrían nada que ver, recordada Cuba, con tus caricias de madre amante.

El avión tomó vuelo en medio de esos eternos rayos del sol de América Latina y mi instinto fue único, en el acto, miré a través de la ventanilla, lo hice como una autómata porque, en realidad, de ese gesto dependía lo que ocurría en mis entrañas.

Era arrancada de ti, estaba muriendo el que hasta ahora había sido mi mundo para entrar en otro que no conocía en absoluto. Un sentimiento tan terrible como irreal.

Te vi allí, descansando tranquilamente en el mar. Descubrí tu contorno, el que tantas veces vi en las fotos. Por espacio de minutos se convirtió en real para mí. Tu verdor, tus montañas, tu forma se extendían antes mis ojos llenos de lágrimas. A medida que el avión subía tú te alejabas y te retenía cada vez menos con mi mirada.

Con una sed indescriptible me bebí aquellos minutos de despedida obligada. No me aparte de la ventana hasta que te volviste un desesperado y doloroso punto que se esfumó en la inmensidad azul de mi mar caribeño.

Imposible de olvidar tu contorno. Nada es lo mismo desde que no estoy en ti.