Le llamaban » acto de repudio»

Todavia sigo sin entender cómo es posible que seres humanos sean capacez de destruir la vida de sus semejantes como si tal acción fuera algo natural, casi un deber. imposible de entender pero las cosas son asi. Las dictaduras existen por desgracia. Conocí el sistema dictatorial de Cuba, mi país, hasta el año 1981 cuando con quince años decidimos mi familia y yo partir de la isla.

Tratamos de reunir todo el coraje del mundo para enfrentarnos al proceso que nos esperaba: los trámites y luego el terrible exilio. Recuerdo que nos mentalizamos día tras día, minuto a minuto, para asimilar aquella empresa monumental en la que decidimos introducirnos.

La opresión en Cuba ya era insostenible, nos faltaba el aire en el rincón que nos había puesto Fidel Castro. Un rincón ocupado por los cubanos del bando contrario, el que no esta a favor de la ideología existente.

Hablar, pensar, movernos era jugarse la vida. No eramos seres humanos, eramos una materia con la que » jugaba» Castro y sus esbirros, mi familia ya no podía más y, no siendo amantes del destierro, tuvimos que elegir esa solución. Un objetivo que nos daba punzadas en el alma porque Cuba lo era todo para nosotros.

Obtener los papeles legales, incluido los pasaportes, resultó un proceso que nos sumergió en un periodo de gran estrés debido a la marcada persecución de la cual fuimos objeto por parte de las autoridades. El hecho de presentar los documentos para abandonar el país nos convierte, inmediatamente, en pestiferados a los que hay que aplastar de cualquier manera. La represión se triplica puesto que dar el paso hacía la zona de los que toman el camino del exilio convierte a cualquier cubano en el » enemigo número uno» de la Revolución.

La dictadura ya tenía nuestros datos y la información de que nos íbamos de Cuba por lo que todas las cartas se hallaban sobre la mesa para desgraciarnos un poco más la vida. Lo mismo haria con todas las demas familias que a lo largo del país se encontraban en nuestra situación, en ese periodo muchas personas decidieron huir y dejar atras la revolución comunista.

Fidel Castro siempre fue un hombre malvado al extremo y maquiavélico sin remordimientos por lo que saco a la luz una de sus » invenciones» de represión a la que puso por nombre: acto de repudio.

Reconozco que nunca antes había utilizado tal «arma» en su afán por mantenernos a todos sin pasar los limites que habia fijado. Aquello fue toda una novedad dentro de nuestra sociedad comunista. Nunca podré olvidar esos momentos en los que el pánico es lo único que supo acompañarnos.

Los actos de repudio estallarón en Cuba, se instalaron dando la impresión de convertirse en otro componente del ADN castrista. La locura corrió como la polvora en las ciudades, la gente tenia miedo y al igual que animales perseguidos por el cazador no sabia a dónde esconderse.

Acto de repudio: singular apelativo. Repudio hacia aquellos que solo deseaban vivir en democracia porque no aceptaban las ataduras impuestas por el dictador. Ese era nuestro pecado. El acto de repudio consistía en un grupo de esbirros comunistas que, armados de palos y huevos podridos, íban casa por casa de aquellos que se marchaban de Cuba para gritar insultos y al mismo tiempo elogios hacía la figura de Fidel Castro. Golpeaban las puertas y las ventanas con la intensión de abrir, entrar y agredir a los que se encontraban en la vivienda.

Mi familia y yo tuvimos derecho a esos actos de repudio durante tres meses consecutivos. La turba humana rodeaba nuestra casa a lo largo de todo el dia e incluso, la madrugada: lanzaban huevos podridos que se incrustaban en las paredes, golpeaban con palos y gritaban. Recuerdo que mis abuelos, mi madre y yo nos refugiamos en la última habitación y el pánico era enorme, sin palabras solo nos mirábamos y nos cogíamos de las manos. Rezábamos todo el tiempo, deseábamos salir vivos de todo aquel horror.

Encerrados durante semanas, solo abríamos una ventana para coger el plato con comida que nos daba un familiar antes de cerrar rápidamente. Los comunistas imponían cada vez más la ley del terror, prohibían que se acercaran a aquellos que se íban de Cuba. Fue uno de los tantos periodos negros de la historia de la Revolución cubana.

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Tu contorno

Cuando estaba en ti sentía la seguridad que da el amor de una madre, cada día amanecía bañada por tu olor, la brisa y el sol cálido que guiaban mis pasos. Amanecía conociendo mi entorno, recorriendo cada rincón que me ofrecías desde que nací.

Tu música era la mía, las voces que me llamaban sonaban como cascabeles que hacían mi felicidad porque eran las voces de mi gente, esa gente que lanza carcajadas aún en medio de la desgracia y la desesperación, gente que abre los brazos bajo un cielo oscuro iluminado por millones de estrellas, rompiendo cadenas a pesar de todo, contra todo.

Cuando estaba en ti repartía, y recibía, abrazos apretados, esos que borran como por arte de magia cualquier tristeza existente porque vienen de un amigo del alma o de un familiar querido. Palmadas en la espalda, sonrisas más que conocidas mientras que un maravilloso olor a café recién hecho se escapaba de cualquier casa vecina.

Cuando estaba en ti andaba por mi barrio de la infancia: calles repletas de huecos, casas deterioradas y nada de riquezas material pero.. ¡por Dios, cuantos lujos brotaban de las entrañas de los que me rodeaban!, ese tipo de lujo que no se materializa jamás pero que se recibe en una especie de solidez invisible: amor, emociones, sinceridad, apoyo…llega un inevitable vacío cuando no se tiene todo esto de manera cotidiana…

Voces y rostros que nos esforzamos en mantener vigentes, es una batalla que va en aumento con el paso del tiempo porque no queremos que se esfumen en la nada. Intentamos con desesperación que el tiempo y su implacable maldad no los borre definitivamente, queremos mantener fresco el tono de una voz y los rasgos de un rostro, la tristeza es inmensa cuando no siempre se consigue.

Todo se quedó en “cuando estaba en ti”, diría mejor: “cuando estaba allá”, todo se resume en eso, en algo que ha quedado después del horizonte y que pertenece, ahora, a un grupo de dictadores que cambiaron el curso de una historia, de muchas historias puesto que, querida Cuba, tú te encuentras mucho más allá del horizonte y volverte a ver parece tan imposible que con solo pensarlo hace daño.

Tu contorno es lo último que tengo grabado en mi memoria porque forma parte de ese momento en el que todo se pierde. Cuba, sí, tu contorno sobre el mar de un azul rabioso es lo que me esperaba al final del trayecto, al dejar de estar en ti.

La vida empezaba a quedar atrás y el exilio abría sus oscuros brazos esperándome, quizás, para prodigarme sendas bofetadas que no tendrían nada que ver, recordada Cuba, con tus caricias de madre amante.

El avión tomó vuelo en medio de esos eternos rayos del sol de América Latina y mi instinto fue único, en el acto, miré a través de la ventanilla, lo hice como una autómata porque, en realidad, de ese gesto dependía lo que ocurría en mis entrañas.

Era arrancada de ti, estaba muriendo el que hasta ahora había sido mi mundo para entrar en otro que no conocía en absoluto. Un sentimiento tan terrible como irreal.

Te vi allí, descansando tranquilamente en el mar. Descubrí tu contorno, el que tantas veces vi en las fotos. Por espacio de minutos se convirtió en real para mí. Tu verdor, tus montañas, tu forma se extendían antes mis ojos llenos de lágrimas. A medida que el avión subía tú te alejabas y te retenía cada vez menos con mi mirada.

Con una sed indescriptible me bebí aquellos minutos de despedida obligada. No me aparte de la ventana hasta que te volviste un desesperado y doloroso punto que se esfumó en la inmensidad azul de mi mar caribeño.

Imposible de olvidar tu contorno. Nada es lo mismo desde que no estoy en ti.

Cubano es…

Cuba se enfrenta a sus problemas a golpes de salsa, un vaso de ron y, el increible arte de subsistir en medio de la nada que es tan innato en su gente. La salsa endiablada que brota desde cualquier esquina o que hace vibrar las más destartaladas de las casas, mientras que el cubano intenta llenar su tiempo.

Cuba, esa isla herida de la que millones de gente se va por obligación pero que, se convierte inmediatamente en millones de tatuajes que no se borran nunca del corazón de esos que la vieron por última vez desde un avión o estando encima de ese barco fabricado a escondidas, que los llevará a nueva tierra…o a la muerte en alta mar.

Si, Cuba es: salsa, guaguancó, maracas y una carcajada que estalla en el portal de una casa en ruinas. Un cubano que habla estruendosamente porque el silencio no es asunto de los que viven en la isla, allí todas las voces rompen el muro del silencio y el hablar bajo se lo dejan a los que residen más allá de sus fronteras.

La mujer cubana empieza la limpieza de la casa pero minutos después, deja la escoba en un rincón para ir a conversar con la vecina màs cercana porque es vital saber los últimos acontecimientos ocurridos en el barrio, o en la ciudad.

Los niños juegan en las calles y los adultos se reúnen en los portales o en las aceras para » arreglar el mundo» porque los cubanos siempre » modifican» el curso de la historia, aunque la suya sea un desastre. Un cubano siempre estará dispuesto a imaginar un mundo mejor puesto que extrae del llanto una sonrisa.

Se juega a la pelota con pasión. Lo saben todo y lo que no, se lo imaginan. Genios sin diploma que entienden el significado de la vida mejor que el mismísimo Albert Einstein. Colocan » parches» al cotidiano para que la sobrevivencia tenga luz propia.

Construyen el más diminuto objeto que les saque del apuro mientras arreglan otro que parecia muerto. Esa es la marca: Made in Cuba. Una marca con calidad y desparpajo.

 

Los reyes de España en Cuba

Los reyes de España, Felipe VI y Letizia Ortiz pasaron por la Cuba revolucionaria de la dictatorial dinastia de los, ya famosos, hermanos Castro. Fue anunciada como la » visita historica «, la primera realizada por un Monarca español a la isla.

Los reyes fueron a Cuba pero… ¿ fueron realmente a la Cuba comunista ? , esa es ya otra historia. Que aterrizaron en La Habana es un hecho, puesto que no se reunieron con los disidentes pero existe una foto de muy mal gusto, por cierto, en la que se les ve posando ante la enorme imagén del tal  » Che » Guevara, ese que asesinó a tantos cubanos y que en la actualidad domina una parte de la Plaza de La Revolución, junto a la estatua del poeta José Martí. Gran humillación para Martí el tener que estar tan cerca del asesino de la Cabaña, porque así le decían a Guevara y se ganó tal calificativo » gracias » a los muchos que mando asesinar en aquel lugar llamado La Cabaña.

Volviendo a los reyes; una visita que hace que el corazón de tantos y tantos cubanos que han sufrido por las atrocidades de la dictadura, de un bestial vuelco en el pecho porque sus Majestades dan la espalda a la desesperación de todo un país mientras que, ofrecen luz a los verdugos que actúan en la isla.

Doña Letizia se dio su paseíto junto a Lis Cuesta, la flamante » primera dama» cubana. Recorrieron algunas calles de La Habana mientras que Felipe VI estrechaba la mano del presidente Diaz Canel, el hombre al que Raúl Castro pusó en ese puesto por iniciativa propia ya que el pueblo no tuvó ninguna manera de oponerse. No hubó elecciones, nadie les consultó y ante tales signos de falta de democracia evidente los reyes aterrizan en Cuba.

El rey Felipe VI ofreció un discurso durante la cena organizada por la dictadura, elogió muchas cosas: la historia que une a ambos países, la cultura cubana y alguna que otra cosilla más, en fin, dijo lo que se dice siempre en tal ocación y que tal parece ser siempre lo mismo. Mencionó su deseo de ver a Cuba entrar en el camino de la democracia como lo hiciera, en su momento, España. Hizó alusión a las libertades que son necesarias en la isla pero no por eso se merece una medalla puesto que,  el estar sentado a la mesa del tirano ya lo convierte en cómplice.

Durante la estancia no les faltó de nada y, seguramente, no pensaron en el cubano de a pie que no tiene comida, ni medicinas ni el menor derecho de existir. Los reyes se encontraban con los dictadores y,  posiblemente,  fuera más que suficiente.

Vieron lo mejorcito del país. Asistieron al » circo» organizado por los » dueños» de Cuba pero no pusieron ni un pies en las cárceles repletas de gente inocente que no ha cometido un único crimen: no estar de acuerdo con la Revolución de Fidel Castro. No asistieron al terrible cotidíano de una miserable familia que no sabe qué poner en la mesa para subsistir.

No hubó ningún frente a frente con la realidad cubana, ellos fueron a lo suyo. Todo al margén del horror comunista. Los reyes pasaron muy por encima de la verdad al puro estilo cubano. Que pena de viaje. Que pena de personajes.

 

El carnicero de la cabaña, un idolo en Francia

No conocí la presencia de Ernesto Guevara. La época de su apogeo en Cuba me es desconocida, contaba yo con uno o dos años, pero esto no resultó ser un obstáculo para conocer al personaje. Con el tiempo se presentó a mí la memoria historica, las voces de los que me rodeaban en la isla y que, en tono muy bajo, porque hablar les costaba la poca libertad que les dejaba la dictadura,  me contaban las acciones de aquel hombre del cual tanto hablaba la Revolución. Me contaban la historia tal y como ellos la sabían, sin la menor pincelada de fantasia.

La Revolución fabricó un mito, un personage que suplantaba al mismísimo Cristo que, dicho sea de paso, borraron del universo cubano. El » Che» era el templo en el que se refugiaban los cubanos, unos por comunistas convencidos y otros obligados por ese mismo grupo, en cualquier caso el » Che» era el » Che» en la Cuba de los hermanos Castro.

» Mis » voces, fieles a la verdad, me decían que el famoso Guevara fué un hombre malvado, que se sentaba a fumar un tabaco habano mientras presenciaba el desarrollo de los fusilamientos en el lugar llamado » La Cabaña». El todopoderoso » Che » fue el compañero en cada una de las » travesuras» de los hermanitos Castro, junto a ellos fomentó el terror en la isla caribeña. Actuaron como chacales que expanden el horror tal un manto negro. El » Che» fue uno más de la pandilla.

Siempre supé la verdadera realidad, la que se esconde detrás del personaje dibujado a la perfección por la Revolución. Imagén que traspaso, naturalmente, las fronteras hasta invadir como un océano paralelo cada rincòn del planeta. El » Che » asesino, represor, cinico, malvado.

Mi sorpresa fue enorme al llegar a Francia con un conocimiento muy preciso y descubrir que los franceses tienen una adoración sin limites hacía el argentino sudoroso y polvoriento.  Los comercios se encuentran repletos de productos de corte capitalista en honor al guerrillero comunista.

La figura del hombre acompaña cada una de las manifestaciones y son muchas, puesto que los franceses aman lanzarse a las calles a protestar. La verborrea en la lengua de Moliere levanta al » Che » a una especie de altar en el que solo ocupan un lugar los grandes de esté mundo.

Los franceses, al parecer, no quieren saber nada del pasado activo de esté hombre, de los asesinatos, de las torturas y de un sin fin de acciones que encierra la trayectoria del revolucionario argentino.

Toda admiración tendría que acabar ante los hechos pero nunca es así, que gran pena. La gente continua alabando a sus idolos por muy malos que estos hallan sido. Las bellas ídeas tendrían que morir ante los acontecimientos, pero esté orden de cosas no existe.

El ser humano, a menudo, admira  a idolos de barro.