Como un maestro

¿ Qué saben de la vida los que no han sufrido?

Es la pregunta que siempre hacía un tio mio que era medio filósofo pero que nunca estudio, un hombre humilde que atravezó la vida solo con la amistad de los libros y el deseo de aprender, buscando más allá del horizonte. En su momento no comprendí la profundidad de su reflexión tal vez porque yo era muy joven y de la vida no conocía nada, solo existía a travez de las vivencias de otros, mi trayectoria no estaba forjada.

Las experiencias, cuando llegan, suelen golpear fuerte como ese maestro tan temido que utiliza el maltrato para hacerse comprender de sus alumnos. Las experiencias te llevan a un ring de boxeo en el que solo el màs fuerte saldrá vencedor.

No es necesario sufrir para aprender, no tendría que ser una obligación pero eso la vida no siempre lo entiende, o no le da la gana de entender. No buscamos los golpes, intentamos esquivarlos como lógica reacción humana pero en ocaciones el dolor se convierte en nuestro único aliado.

Quizás en el sufrimiento se aprende, se descubre, nace la fortaleza y se endosa la experiencia porque toda esta mezcla es imposible de hayar en un camino sin piedras. Es tal vez el sufrimiento el mejor profesor por mucho que nos destruya y si no logra acabar con nosotros nos impulsa hacía arriba, ofreciéndonos una fortaleza inmaculada.

El no sufrir no enriquece y hace que el ser humano se mantenga en su zona de confort sin conocer, incluso, sus propias capacidades aunque sería mejor aprender sin sufrir.

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Lo tóxico

Se habla mucho de las personas tóxicas y de las consecuencias nefastas que acarrean a los que se encuentran cerca. Siempre han existido esas personas que cuando entran en nuestra esfera personal, aunque solo sea por unos minutos, nos dejan vacíos y con deseos de lanzarnos al abismo. Hemos llegado hasta ellos con optimismo y la cabeza repleta de proyectos pero en un abrir y cerrar de ojos el positivismo se esfumó y los proyectos nos parecen irréalizables y hasta ridículos. Lo único que deseamos hacer es meter la cabeza contra la pared, todo esto viene después de haber intercambiado una conversación con alguien tóxico y al que, por desgracia, le hemos hecho partícipe de nuestro deseo de » comernos el mundo»

Ahora se les llama gente tóxica, el modernismo nos ha llevado a ese calificativo tan exótico, antiguamente se les trataba de pesimistas crónicos, de negativos enfermizos pero el resultado ha sido el mismo en cualquier momento: el desastre completo en la persona que recepta. Más que tóxicos yo calificaría a esas personas como malvadas porque existe una cierta maldad interior para destruir las alegrías, las ganas de vivir feliz, los deseos de emprender proyectos, la risa y todo lo positivo que pueda albergar un ser en su alma. Es pura crueldad con su funcionamiento especifico.

Es terrible cuando hay alguien tóxico en la familia, ¿ cómo actuar?. Es un conflicto entre los sentimientos y ese deseo, legítimo, de salir corriendo y no mirar nunca más atrás. Una lucha se instala en el que sufre la agresión psicológica, porque en realidad es un maltrato psicológico y tal vez consciente por parte de aquel que lo pone en práctica. Lo que es tóxico es agresivo.

Conocí a Luisa, una vecina que ya no vive en mi barrio, en su caso la persona tóxica no era otra que su madre y recuerdo perfectamente los estragos visibles de la situación. Luisa en realidad era una buena hija, no se le podía acusar de lo contrario, siempre ayudando a su madre en todo momento. Luisa era una santa, pobre chica, su vida era una basura aunque pudo haber sido de otra manera.

La madre de Luisa era una mujer triste, su pasado era el presente y de ahí no salía. Traía constantemente a la actualidad los dramas familiares, hechos ocurridos a personas que ya habían muerto afirmando que se sentía traumatizada por las vivencias de sus antepasados. Su existencia no tenia razón de ser, había endosado la de sus tias, sus bisabuelos, sus padres y en fín, todos los muertos de varias generaciones. Nunca olvido que Luisa era lo contrario, muy alegre y optimista, se agotaba en su empeño de mantener ambos rasgos de su personalidad pero a menudo era una lucha absurda puesto que su tóxica madre ganaba la batalla.

Planes positivos, proyectos de viajes, deseos de cocinar un sabroso plato, el impulso de escuchar música o cualquier intento de Luisa por llevar a cabo algo era destruido en el momento por su madre. Mi vecina ya no sabía si podía seguir compartiendo con su madre lo que acontecía en su vida puesto que, cada vez que lo hacía las frases negativas y hasta los insultos para llevarla a abandonar la destabilizaban al punto que muchas veces no daba el próximo paso.

La última vez que ví a Luisa su alegría había diezmado, sus ojos no tenían luz y si mucha tristeza. Me doy cuenta que ya se contentaba de su vida austera y sombría, sin un futuro concreto, su madre la anuló por completo para mantenerla bajo su poder.

En realidad el que es tóxico no soporta que los demás sean positivos, lo comprendí viendo el caso de mi vecina. Para alguien tóxico una mente optimista actúa como la cruz ante Dracula y por eso se emplea en destruirlo. Ya sea un familiar como en el caso de Luisa, su madre, un amigo o un desconocido lo tóxico es tóxico en cualquiera de los casos y por más que duela hay que huir. Hay que pensar en esa persona que muchas veces encerramos en un armario y casi olvidamos, esa persona es tan importante como cualquiera y no es otra que: uno mismo.

Un familiar puede ser tan, o más, destructivo que alguien exterior al ámbito intimo. No hay que soportar la situación por aquello de que es un miembro de la familia, es la manera más fácil de caer en la trampa. Echar abajo los barrotes de la prisión es un trabajo arduo que deja sin aliento pero hay que hacerlo para conseguir abrazar tranquilamente a nuestra propia persona, esa que ha sufrido entre las garras de una persona tóxica.

Nuestro mundo es mágico

Llegué antes que tú, supe que me encontraba allí en aquella amplia habitación pero nunca pensé que fuera el primero, no sabía que te esperaba a ti. Sentí que existía una gran euforia a mi alrededor pero nadie me observaba, se ocupaban de otras muchas cosas, de un montón de detalles.

La pieza era blanca y los muebles modernos. Cuando el sol entraba por la ventana lo iluminaba todo, bañaba con su calidez cada rincón y llegaba hasta mi sintiendo yo su leve calorcito. Me sentía bien en aquel lugar, el que me correspondía.

Visitas y risas era algo muy cotidiano. Ignoro cómo era la casa antes de mi llegada pero desde que hice acto de presencia la alegría era pura y totalmente verídica, siempre se mezclaba con la decoración, bonita y delicada, que iba en aumento a medida que pasaba el tiempo.

De pronto ese ir y venir se redujo, el silencio se instaló y me sentí sola en aquel lugar. Las ventanas seguían abiertas y el verano se anunció sin ningún tipo de timidez, el sol calentaba mucho más que antes. Yo allí, sin saber el por qué.

Una mañana las voces regresaron pero más tenue que antes, sin estallido, como un susurro que atraviesa el espacio. Después de un tiempo escuchando, sin más, la puerta de la habitación se abrió, vi que “algo” envuelto en una manta era depositado en el lecho y acto seguido, sonriendo, la mujer vino hasta mí, me tomó en sus manos y me coloco junto a ese “algo” que vi desde lejos.

Eras tú, un ser totalmente pequeño que dormía con la ternura de un ángel. Yo te contemplaba con una gran fascinación que me invadía a raudal. Eras perfecto, tan diminuto y hermoso que me emocionaba.

Yo me sentía orgullosa de estar a tu lado, me sentía tan feliz como aquella mujer que te tocaba una y otra vez y que no era otra que tu madre. Dormías con toda la paz en ti.

Fui tu amiga desde ese momento y cuando te convertiste en un niño vivaracho de cabellos rubios muy encrespados fuimos uno solo. Corrías, reías y descubrías el basto mundo. En tus andaduras me llevabas contigo, siempre estaba cerca de ti porque me agarrabas con fuerza, deseando hacerme partícipe de tus momentos. Siempre que salías de casa deseabas que yo fuera contigo, te negabas a ir si yo no estaba presente.

Me levantabas, me lanzabas por los aires, me confiabas tus secretos y “conversábamos” de muchas cosas cuando buscabas el sueño. Me contabas historias, esas que salían de tu imaginación infantil. Sabía cómo eras y lo que guardabas en tu corazón. Recuerdo las caricias que me prodigaban tus pequeñas manos, me transmitías el amor infinito y yo te miraba con devoción.

Eres mi amigo eterno porque entre los dos existirá un hilo conductor que nos lleva sin cesar a un mundo especial. Soy tu infancia, soy tu primera amiga, soy tus primeros pasos, soy la que te acompañó fielmente para luchar contra tus temores y tus inmensas alegrías de humano pequeño.

Me llamo Rusquita, es el nombre que me pusiste en cuanto empezaste a hablar. Soy esa perrita gris y blanca en peluche que, ahora, en tu adolescencia ocupa un lugar privilegiado en un mueble de tu habitación, una especie de sitio de honor. Te veo evolucionar en tu vida hacía la adultez, te admiro con tus amigos cuando vienen a estudiar o a jugar con esos artilugios de videos. Tu voz ha cambiado y hasta tienes barba lo cual me hace sonreír porque te conocí en tu cunita.

Eres mi eterno amigo mimado y a menudo me miras y me sonríes para que yo sepa que sigo en tu corazón.

Apariencias

Cada vez me pregunto: ¿ por qué las personas tienen que vivir bajo las apariencias?, ¿ por qué tienen que simular lo que realmente son para poder existir?. No comprendo la crueldad de la sociedad actual que lleva a muchos a esconder lo que piensan para lograr salir, más o menos airosos, dentro de una época repleta de porquerias e inmundicias.

Hay que ser como todos o de lo contrario no se es nadie. Un estúpido lanza una reflexión con la fuerza de la manipulación y aunque no tenga la menor lógica una gran mayoria estará de acuerdo, otros se sentirán tan solos en el hecho de no compartirla que preferirán aparentar que la aceptan por tal de no caer en la trampa de las criticas y sobre todo, del rechazo social.

Es una sociedad que obliga a que todos piensen igual, a que todos sigan el mismo camino para poder mantenerse de pie, y para que, , se mantengan en la cima los que ya lo están. Si cada uno va por su lado el poder de los déspotas se va al traste.

Las libertades se convierten a gran velocidad en un espejismo que empieza a dar miedo, ya no existe discreción para dominar a la raza humana porque lo están haciendo cada vez más abiertamente. Nos hemos convertido en » la cosa » de los muy poderosos.

Gente de valor ahoga sus convicciones por tal de no ser pisoteada por el ego de aquellos que, sin embargo, trepan en el fango de la mediocridad. Muy triste la situación porque el mundo pierde lo que vale la pena, a esos grandes personajes que no salen de la sombra por miedo, sufren constantemente puesto que viven en la mentira, endosan una piel que no les corresponde.

En todo momento habrá ese puñado de rebeldes para los que la sumición no será nunca una compañera de viaje e impondrán sus libertades cueste lo que cueste. Se expresarán, pensarán y vivirán con la fortaleza con la que derrumbar todos los limites impuestos. La defensa de sus libertades será siempre más alta que los obstáculos. Puede que la tonta sociedad los rechace, los señale con el dedo pero eso no importa, lo único que interesa es ser verdaderos.

Tal vez la sociedad proteja a los que aceptan fielmente las reglas impuestas, a los que sean sus lacayos por lo que muchos abrazan el singular mecanismo de las apariencias, otros se infiltran en la resistencia, en una lucha sin tregua por imponer la libertad de enseñar una sola cara.

Del otro lado del espejo

Cuando me miro en el espejo estoy viendo lo que fuí, es curioso, nunca veo lo que soy ahora, en esté mismo momento. Cuando tengo mi reflejo frente a mí no veo a otra persona, eso no, veo a la que viene del ayer con sus multiples cicatrices que se reflejan poco a poco pero no para mal, sino para bien.

El espejo me devuelve la imagen de la guerrera que ha librado un sin fin de batallas y que, mal o bien, las ha ido ganando con certeza a veces, con torpeza en otras ocaciones, como toda gran luchadora.

Mi imagen es la de la mujer que se ha caído mientras caminaba y la que se ha levantado aunque haya sido apoyándose en lo primero que estuviera a su alcance y alzando la cabeza bien alto para retomar el rumbo.

El espejo no es mi enemigo porque me ofrece el contorno de alguien que ha llorado, aprendido, reído, amado, acariciado y experimentado una y mil otras sensaciones. No niego que también me devuelve el impacto de las humillaciones de las que fuí objeto, del hecho que muchos me han utilizado rompiéndome el corazón pero cada una de estas cosas negativas han conseguido hacer de mi esa mujer que ocupa mi espejo.

Si, soy ahora todo lo que he experimentado a lo largo de mi vida por eso cuando me veo en el espejo admiro a la que fuí, la que he ido siendo en cada etapa de mi vida que ya es pasado se resume, ahora, en la que veo reflejada en el espejo.

La gente se aleja

Cuando voy por la calle tengo que comprobar algo que ya es inexorable: la gente no mira a nadie, todos muestran un rostro uraño que denota el estar sumidos en un mundo muy personal. No veo emoción ni sentimiento y me parece inquietante porque da la impresión de que nos hemos vaciado de todo lo que comporta la espiritualidad o para que sea más claro: estamos lleno de vacío. Tal vez nos falte lo positivo que llena al ser humano.

Camino por las calles de mi ciudad y capto agresividad en los gestos, en las acciones y hasta en los contactos que la sociedad lleva a cabo. Me parece que nos perdemos en un camino en el que parece prohibido el seguir siendo humano. Si saludo a un desconocido simplemente porque paso a su lado y deseo ser educada no me responde, tampoco me mira, sigue su andar desquiciado y totalmente deconectado de su entorno.

No sé si todo esto da miedo o hay que tomarlo como algo normal y acorde a la época en que vivimos. Posiblemente ambas cosas se puedan dar por correctas y aún asi lo considero descabellado.

La gente se aleja entre si. Un abismo nos separa, poco nos une .

Le llamaban » acto de repudio»

Todavia sigo sin entender cómo es posible que seres humanos sean capacez de destruir la vida de sus semejantes como si tal acción fuera algo natural, casi un deber. imposible de entender pero las cosas son asi. Las dictaduras existen por desgracia. Conocí el sistema dictatorial de Cuba, mi país, hasta el año 1981 cuando con quince años decidimos mi familia y yo partir de la isla.

Tratamos de reunir todo el coraje del mundo para enfrentarnos al proceso que nos esperaba: los trámites y luego el terrible exilio. Recuerdo que nos mentalizamos día tras día, minuto a minuto, para asimilar aquella empresa monumental en la que decidimos introducirnos.

La opresión en Cuba ya era insostenible, nos faltaba el aire en el rincón que nos había puesto Fidel Castro. Un rincón ocupado por los cubanos del bando contrario, el que no esta a favor de la ideología existente.

Hablar, pensar, movernos era jugarse la vida. No eramos seres humanos, eramos una materia con la que » jugaba» Castro y sus esbirros, mi familia ya no podía más y, no siendo amantes del destierro, tuvimos que elegir esa solución. Un objetivo que nos daba punzadas en el alma porque Cuba lo era todo para nosotros.

Obtener los papeles legales, incluido los pasaportes, resultó un proceso que nos sumergió en un periodo de gran estrés debido a la marcada persecución de la cual fuimos objeto por parte de las autoridades. El hecho de presentar los documentos para abandonar el país nos convierte, inmediatamente, en pestiferados a los que hay que aplastar de cualquier manera. La represión se triplica puesto que dar el paso hacía la zona de los que toman el camino del exilio convierte a cualquier cubano en el » enemigo número uno» de la Revolución.

La dictadura ya tenía nuestros datos y la información de que nos íbamos de Cuba por lo que todas las cartas se hallaban sobre la mesa para desgraciarnos un poco más la vida. Lo mismo haria con todas las demas familias que a lo largo del país se encontraban en nuestra situación, en ese periodo muchas personas decidieron huir y dejar atras la revolución comunista.

Fidel Castro siempre fue un hombre malvado al extremo y maquiavélico sin remordimientos por lo que saco a la luz una de sus » invenciones» de represión a la que puso por nombre: acto de repudio.

Reconozco que nunca antes había utilizado tal «arma» en su afán por mantenernos a todos sin pasar los limites que habia fijado. Aquello fue toda una novedad dentro de nuestra sociedad comunista. Nunca podré olvidar esos momentos en los que el pánico es lo único que supo acompañarnos.

Los actos de repudio estallarón en Cuba, se instalaron dando la impresión de convertirse en otro componente del ADN castrista. La locura corrió como la polvora en las ciudades, la gente tenia miedo y al igual que animales perseguidos por el cazador no sabia a dónde esconderse.

Acto de repudio: singular apelativo. Repudio hacia aquellos que solo deseaban vivir en democracia porque no aceptaban las ataduras impuestas por el dictador. Ese era nuestro pecado. El acto de repudio consistía en un grupo de esbirros comunistas que, armados de palos y huevos podridos, íban casa por casa de aquellos que se marchaban de Cuba para gritar insultos y al mismo tiempo elogios hacía la figura de Fidel Castro. Golpeaban las puertas y las ventanas con la intensión de abrir, entrar y agredir a los que se encontraban en la vivienda.

Mi familia y yo tuvimos derecho a esos actos de repudio durante tres meses consecutivos. La turba humana rodeaba nuestra casa a lo largo de todo el dia e incluso, la madrugada: lanzaban huevos podridos que se incrustaban en las paredes, golpeaban con palos y gritaban. Recuerdo que mis abuelos, mi madre y yo nos refugiamos en la última habitación y el pánico era enorme, sin palabras solo nos mirábamos y nos cogíamos de las manos. Rezábamos todo el tiempo, deseábamos salir vivos de todo aquel horror.

Encerrados durante semanas, solo abríamos una ventana para coger el plato con comida que nos daba un familiar antes de cerrar rápidamente. Los comunistas imponían cada vez más la ley del terror, prohibían que se acercaran a aquellos que se íban de Cuba. Fue uno de los tantos periodos negros de la historia de la Revolución cubana.

Tu contorno

Cuando estaba en ti sentía la seguridad que da el amor de una madre, cada día amanecía bañada por tu olor, la brisa y el sol cálido que guiaban mis pasos. Amanecía conociendo mi entorno, recorriendo cada rincón que me ofrecías desde que nací.

Tu música era la mía, las voces que me llamaban sonaban como cascabeles que hacían mi felicidad porque eran las voces de mi gente, esa gente que lanza carcajadas aún en medio de la desgracia y la desesperación, gente que abre los brazos bajo un cielo oscuro iluminado por millones de estrellas, rompiendo cadenas a pesar de todo, contra todo.

Cuando estaba en ti repartía, y recibía, abrazos apretados, esos que borran como por arte de magia cualquier tristeza existente porque vienen de un amigo del alma o de un familiar querido. Palmadas en la espalda, sonrisas más que conocidas mientras que un maravilloso olor a café recién hecho se escapaba de cualquier casa vecina.

Cuando estaba en ti andaba por mi barrio de la infancia: calles repletas de huecos, casas deterioradas y nada de riquezas material pero.. ¡por Dios, cuantos lujos brotaban de las entrañas de los que me rodeaban!, ese tipo de lujo que no se materializa jamás pero que se recibe en una especie de solidez invisible: amor, emociones, sinceridad, apoyo…llega un inevitable vacío cuando no se tiene todo esto de manera cotidiana…

Voces y rostros que nos esforzamos en mantener vigentes, es una batalla que va en aumento con el paso del tiempo porque no queremos que se esfumen en la nada. Intentamos con desesperación que el tiempo y su implacable maldad no los borre definitivamente, queremos mantener fresco el tono de una voz y los rasgos de un rostro, la tristeza es inmensa cuando no siempre se consigue.

Todo se quedó en “cuando estaba en ti”, diría mejor: “cuando estaba allá”, todo se resume en eso, en algo que ha quedado después del horizonte y que pertenece, ahora, a un grupo de dictadores que cambiaron el curso de una historia, de muchas historias puesto que, querida Cuba, tú te encuentras mucho más allá del horizonte y volverte a ver parece tan imposible que con solo pensarlo hace daño.

Tu contorno es lo último que tengo grabado en mi memoria porque forma parte de ese momento en el que todo se pierde. Cuba, sí, tu contorno sobre el mar de un azul rabioso es lo que me esperaba al final del trayecto, al dejar de estar en ti.

La vida empezaba a quedar atrás y el exilio abría sus oscuros brazos esperándome, quizás, para prodigarme sendas bofetadas que no tendrían nada que ver, recordada Cuba, con tus caricias de madre amante.

El avión tomó vuelo en medio de esos eternos rayos del sol de América Latina y mi instinto fue único, en el acto, miré a través de la ventanilla, lo hice como una autómata porque, en realidad, de ese gesto dependía lo que ocurría en mis entrañas.

Era arrancada de ti, estaba muriendo el que hasta ahora había sido mi mundo para entrar en otro que no conocía en absoluto. Un sentimiento tan terrible como irreal.

Te vi allí, descansando tranquilamente en el mar. Descubrí tu contorno, el que tantas veces vi en las fotos. Por espacio de minutos se convirtió en real para mí. Tu verdor, tus montañas, tu forma se extendían antes mis ojos llenos de lágrimas. A medida que el avión subía tú te alejabas y te retenía cada vez menos con mi mirada.

Con una sed indescriptible me bebí aquellos minutos de despedida obligada. No me aparte de la ventana hasta que te volviste un desesperado y doloroso punto que se esfumó en la inmensidad azul de mi mar caribeño.

Imposible de olvidar tu contorno. Nada es lo mismo desde que no estoy en ti.

Como una obligación…

Todo se vuelve obligación actualmente:

Obligación de contar los años durante los cuales podemos disfrutar de la vida a plenitud

Obligación de poner limites a nuestras metas e ilusiones

Obligación de amar mientras se es joven puesto que durante la madurez, supuestamente, ya no es lo mismo

Obligación de viajar hasta una cierta edad

Obligación de pensar en la muerte y en todo aquello que nos conduce a los miedos

Obligación de preparar el final

Obligación de pensar que todo lo que nos espera es la enfermad y nada de positivo

Obligación de reir poco ya que nada nos incita a tal acción…

Obligación…obligación…una de las grandes dictaduras impuestas por unos cuantos destinado a beneficios propios.

Obligaciones que llevan a los seres humanos a la tristeza, a la depresión..a lo peor

Cambiemos, por favor…

Obligación de reir, de viajar, de amar, de cerrar el calendario para no ver el tiempo que pasa,

de darle calidad a cada minuto de vida, de pensar en el momento presente al máximo…

Obligación de vivir….

La felicidad sin problemas

Parece cada vez más difícil encontrar la armonía, los seres humanos se han propuesto el vivir bajo el signo de la intolerancia que a tantos dramas nos lleva y sin embargo…..

Está situación de perfecta convivencia me hace reflexionar cada vez que estoy frente a ella, no se puede negar que la naturaleza posee la inteligencia que nos falta muchas veces,a nosotros, los humanos.

En una maceta que no muestra más pretención que la de albergar plantas llegó un día un pequeño pino, debilucho pero de un color verde oscuro que indicaba encontrarse en muy buena salud. Creció tranquilo, a su ritmo. Los rayos de un sol invernal lo acariciaban sin avaricia, él lo agradecía brillando intensamente.

El tiempo pasó poco a poco trayendo asi un tímido nacimiento: una plantita fue saludando a todos justo al lado del pino y, por supuesto, en la misma maceta. Todos se preguntaron_ ¿qué es?, ¿ cómo ha llegado hasta ahí?_ nadie encontró la respuesta pero el hecho es que la planta se empeño en tener como vecino a ese abeto verde que ya no podía considerance como único inquilino en el lugar.

La primavera estaba en su apogeo por lo que la nueva planta mostró sus flores rojas que en las noches inundaban el ambiente de un perfume exquisito, era simplemente una planta de Maravilla. Flores hermosas de color vivo que suelen abrir de noche despidiendo un perfume sin igual.

Al pino no parecía molestarle en absoluto compartir la vivienda con la que eligió domicilio a su lado. Parecían hermanos y disfrutaban sin disputas del sol y de la frescura de la noche. Crecían en armonía y al parecer lo que era bueno para el uno también lo era para el otro. Compartían todo lo que era un cotidiano.

Con el verano otro personaje vino a unirse a está historia formándose así un trio peculiar y distinguido: un helecho decidió vivir en la parte baja de la maceta. Salía por una ranura y sín ningún complejo. El pino les permitía disfrutar de la vida en la que era su casa. Se acompañaban el uno al otro, se protegían en los días de lluvia como de intenso calor.

Especies diferentes que se entendían maravillosamente bien. Todos se permitían el lujo de existir sín el más mínimo obstáculo y me pregunto: _ ¿ por qué la raza humana no consigue hacer lo mismo?.

Un misterio persiste, no se sabe cómo llegó la planta de Maravilla y el Helecho a esa maceta situada en el rincon del balcón…..